MÓNICA LÖWENBERG, PINTORA DE LOS ACTOS HUMANOS
Por Nidya
Areli Díaz y César Abraham Vega
para Sombra
del Aire
SEMBLANZA
Mónica Löwenberg es una
artista plástica contemporánea nacida en la Ciudad de México. Sus estudios en
Diseño Gráfico preceden a su obra pictórica, por lo que ella misma declara “fueron
un puente para adentrarse en el mundo de los colores y las formas”. Ha expuesto
en diversos espacios culturales, galerías, universidades y museos, en Europa,
Estados Unidos de Norte América y México. Su obra forma parte de colecciones
privadas en México y en el extranjero. En 2012 fue galardonada con la Presea
“Jaime Morales Guillen” en Cultura y Arte de Morelos, enmarcando su 30º
aniversario como artista profesional.
Sería
demasiado arriesgado aseverar que el tema principal y recurrente en las obras
de la pintora Mónica Löwenberg es la anatomía humana, porque si bien es
evidente que la aparición de figuras humanas es un tópico numeroso en gran
parte de sus cuadros, sería injusto decir que la temática se ciñe únicamente al
cuerpo humano. Si tuviera que precisar un tema yo diría que se trata de los
actos humanos.
En
particular en la serie Arte con el Alma, los actos humanos se avocan,
principalmente, al amor físico. Prácticamente todas las pinturas utilizadas
para esta serie, son protagonizadas por una pareja de amantes que funden sus
cuerpos en un idilio de color. Löwenberg sabe manejar los contrastes de manera
abrumadora, un cuerpo vibra en un naranja radiante; el otro, al contrario, arde
en un fuego azul; la colisión entre ambos luce como un cataclismo colosal y
gozoso, rezumando pasión, derrochando color.
Los
trazos mayormente son sinuosos y sugerentes y cumplen a la perfección con su
propósito: dar movimiento. Los trazos rectos son reservados pero persistentes
para hacer patente la sensación de tensión; esa tensión convulsa que nos trae a
la mente la sensación casi acariciable de una piel trémula, de una carne tensa
y palpitante que se deshace de amor.
Por
otro lado, las texturas son limpias pero nunca sosas porque admiten sombras,
volúmenes, espacios y movimientos; la saturación lumínica que poseen los
cuadros es alta, lo que promueve que el espectador se embeba por completo de
los colores y las formas y que le salpiquen de lleno los ojos, el cerebro,
luego la piel y al final el corazón. Precisamente es esta una de las mayores
virtudes de la pintora, el paseo sensorial que nos ofrece.
Al
primer vistazo siempre será el color el que nos desaletargue los sentidos para
prepararnos para las fases subsecuentes; luego es la forma humana la que
incentiva al intelecto a desentrañar la composición pictórica; posteriormente
es la memoria corpórea de nuestra anatomía de espectadores la que se despierta
para recordar la sensación que nos produce ejecutar ciertos actos; en este
caso, el acto del amor. A la postre es la memoria intelectual la que nos asalta
al rememorar un acto específico, un recuerdo, un momento, una persona; para
rematar con el estrujo del corazón anegado en un sentimiento muy específico que
deja irresoluto un eco en el sitio más primitivo de nuestro ser, en las
entrañas. Las pinturas de Löwenberg pretenden hacer una reconstrucción del acto
humano desde su ejecución más rudimentaria hasta sus consecuencias más
metafísicas.
S.
A.: ¿Quiénes son los pintores, de todos los tiempos, a quienes consideras tus
principales influencias?
M. L.: A Salvador Dalí
lo admiro desde pequeña por su genialidad y su destreza manejando el pincel y
la perspectiva en la composición de sus obras; era magno en toda la extensión
de la palabra. También debo mencionar a
Pablo Picasso, un artista sumamente
vanguardista que constantemente rompía los esquemas académicos guiado por su creatividad,
ideas y sentimientos, mismos que transformaba
en figuras y elementos lejos de la realidad.
S.
A.: ¿Tienes un maestro en especial, con el que hayas tenido contacto, que marcó
tu perspectiva de la pintura?
M. L.: No tuve
maestros, soy una artista autodidacta, mis maestros fueron las hojas y lápices
que una y otra vez me hacían corregir o borrar o de plano romper. Aunque te diré
que recuerdo: cuando tenía cinco años mi mamá solía llevarme a un parque donde
se ponía un maestro a dar clases cuyo nombre no recuerdo y me daba mi carbón y
una pieza de hoja de cartón y nos ponía a copiar jarrones; ya sabes, lo típico.
Creo que él fue el parteaguas de mi carrera porque quizá si me hubiera dicho:
qué espantoso está tu jarrón, de plano me hubiera retirado, pero quizá me dijo
qué bonito tu jarrón y con eso tuve. En entrevistas como esta, les digo a los papás
que si su hijo tiene ganas de dibujar y pintar, lo animen, alienten y no critiquen
su trabajo; de eso podría depender que el día de mañana fuera un Picasso o un
paisajista como Velasco, porque con la práctica sale la genialidad y se afina
el talento.
S.
A.: Noto en tus obras una predilección por los colores primarios, ¿obedece esto
a algún motivo simbólico?
M. L.: Me da gusto que
me preguntes esto, ¿sabes? Nadie lo había hecho y estaba ansiosa por contar por
qué predominan los colores primarios en mi obra. Para comenzar es un
vocabulario pictórico que he encontrado fascinante y me hace sentir completa. Todo
lo que miran nuestros ojos, el jardín, el color de tu cocina, el cielo, los
muebles de tu casa, el color de ojos que tienes, todo es la suma de estos
colores, rojo, amarillo y azul, que son los colores primarios. Partiendo de
esta verdad nació en el 2007 mi colección Arte con el Alma.
El azul tiene su
temperamento: es algo frío pero pensante, es fresco a la vista; es un color
activo, audaz y normalmente en mis historias lo utilizo en la figura masculina.
El naranja que es un color secundario: es cálido, sensual, divertido, emocional;
lo utilizo en la figura femenina. Estos dos colores no se llevan, son
contrarios, pero se complementan uno a otro y no compiten. Así nació mi pareja
de Arte con el Alma. Y con esto podría platicarte del temperamento de más
colores, pero necesitaría mucho tiempo, por ejemplo, el rojo es un color muy
atrevido: siempre quiere que lo vean, si lo pones atrás él solito se pone al
frente, siempre resalta, tienes que tener mucho cuidado cuando trabajas con los
rojos porque son un reto como el negro.
Mi obra es fácil de
comprender, rompiendo con lo tradicional y entrando en lo contemporáneo, para
todo público. No necesitas comprender el arte abstracto o de alguna corriente
artística complicada, no, es simple, te toca el corazón, ya que son escenas en
donde predomina el amor que es un idioma universal. Utilizo colores vibrantes
que son sentimientos que acomodo estratégicamente en estas historias de seres
como tú y como yo, lo demás es labor del espectador, soñar y volar, diría. Es
una obra de arte narrativo, te cuenta lo que quieres escuchar, es un trabajo
que te ofrece una nueva experiencia.
S.
A.: El diseño gráfico asume una postura más comercial y utilitaria, ¿crees que,
en efecto, esto mina la creatividad del artista? Por otro lado, ¿cómo fue, en
tu persona, el salto del diseño a la pintura?
M. L.: En definitiva sí,
aunque un buen diseñador es aquel que diseña esa caja de cereales que de 15
cajas tú escoges esa; quiero decir que el diseño te induce para que tú hayas
elegido esa, el diseñador tiene que tener una creatividad extraordinaria al
igual que el artista, la diferencia entre los dos es que el diseñador trabaja
en base a las necesidades de una empresa y el artista normalmente no; entre más
libre eres de tomar la decisión del cómo hacer y trazar una obra, mejor. Mi
creatividad vuela, también hay artistas a los que se les encarga una obra
determinada; por ejemplo, me pidieron una obra para un hospital, fue un gran
reto. (Revelación, acrílico sobre tela, 2.50x2.50, Hospital Ángeles de
Tamaulipas, México).
Mi historia fue
diferente. Yo estudié diseño gráfico porque no tuve un apoyo que me orientara
vocacionalmente. Yo trabajo con los pinceles y los colores desde que tengo uso
de razón, profesionalmente tengo 30 años pintando y pensando en qué carrera se
podría mezcla los colores y las formas, dije diseño gráfico. Esta carrera me
sirvió para darle más sabor y enriquecer mi trabajo, no por nada miré hacia ese
camino y, como dice mi padre que es un hombre de éxito, todo es por algo tarde
o temprano, claro que a mí me hubiera gustado estudiar en el extranjero o en mi
país artes plásticas, no fue el momento y no me tocaba, Dios así lo quiso.
S.
A.: Hemos estado utilizando algunas de tus pinturas para ilustrar ciertos
trabajos de la poeta Sofía Mares, ¿qué piensas sobre la relación que se
establece espontáneamente entre la pintura —tu arte—y otras manifestaciones
artísticas como la poesía?
M. L.: Me siento
alagada de que mi trabajo complemente los trabajos de otros artistas y
viceversa y así se puedan enriquecer las dos obras. Pienso que hay que darle al
espectador más elementos para que vivan una nueva experiencia, por eso yo hablé
de la pintura narrativa.
S.
A.: Finalmente, ¿qué significa para ti haber sido acreedora a la presea “Jaime
Morales Guillen”?
M. L.: Antes que nada
una gran responsabilidad ya que mucha gente votó por mi trayectoria y no puedo
decepcionarlos, ahora es mi turno seguir hacia adelante. Comprendí que con
disciplina y dedicación puedes lograr todo lo que te propones, y me siento muy
contenta de tener esta presea en mi lugar de trabajo para así recordar que
siempre vale la pena poner un poco más de ti en lo que haces.
Agradezco a Sombra del
Aire por la oportunidad que me ha dado de poder platicar un poco de mi trabajo
en esta pequeña charla.