La ciencia nace del corazón inquieto del hombre que tiene en su interior la imagen de Dios, que busca conocer, para llegar así, desde las obras, al Creador. Esto implica una actitud espiritual ante el misterio de la vida: contemplar la realidad, admirar, adorar al Creador. Es el único modo, desde la generalidad, en que se puede decir que el hombre hace ciencia de verdad, yendo al “logos y rhema”, desde el alfa y el omega.
por Monica Lowenberg
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